CÓMO ESTABA EL VIRREYNATO DEL RÍO DE LA PLATA ANTES DE LA REVOLUCIÓN DE MAYO
RESUMEN DEL ESTADO SOCIAL Y ECONÓMICO DEL VIRREINATO
1. LA INDUSTRIA Y LAS MANUFACTURAS. Los compendiadores de segunda mano, por falta de datos y de estudio, no han tenido embarazo en presentar al virreinato de Buenos Aires como una simple aglomeración de estancias rurales, sin más labor que la de recoger en bruto la producción natural de los ganados, y cuando más sacarla al aire y al sol. No hay un error más craso ni más desfavorable a nuestra cultura. Es cierto que en Buenos Aires la riqueza era principalmente comercial, y que reposaba en el intercambio de materias primas. Pero cosa muy distinta sucedía en las provincias del interior. En Córdoba prevalecían numerosas manufacturas y telares de lana. Todas las cobijas de cama y ropas de abrigo, como pantalones, chaquetas, frazadas, ponchos, que usaba no sólo el pueblo sino la clase decente, eran producto de las manufacturas internas, sin contar los artículos finos que usaban muchísimas de las personas acomodadas, sobre todo en la clase de frazadas, colchas, alfombras, jergones y ponchos. Los tejidos de lana ordinaria de Santiago del Estero entraban y se vendían en Buenos Aires por miles de fardos. Se fabricaban en grandes cantidades comerciales, becerros, cordobanes, badanas, pergaminos y tafiletes ordinarios, producto de las manufacturas del cuero de cabras y de ovejas o carneros; y esto sin contar otras numerosas manufacturas que se expendían con verdadero valor industrial. Los algodones, tucuyos o lencerías de CATAMARCA y de la RIOJA ocupaban y surtían todos los mercados del interior y también el de Buenos Aires hasta 1811 en que comenzaron a dominar las fabricaciones inglesas; pero en el interior aqeullos artículos fueron, durante todo el virreinato, el traje de las clases populares, sin perjuicio de las especies finas admirablemente cribadas y bordadas que usaban las damas y gentes de familia. Todas estas manufacturas traían su origen de la industria incana; pues era la raza quichua mezclada la que había continuado propagándolas bajo el régimen colonial. Las suelas, los becerros, los pellones, los ponchos de lana de vicuña, de algodón y de lana de carnero que producían TUCUMÁN Y SALTA, mantenían un comercio próspero con la provincia de Buenos Aires y con todas las demás del litoral, porque eran la base del único calzado que se usaba entonces, y del correaje. MENDOZA Y SAN JUAN eran exclusivas en la producción de vinos, aguardientes y frutas secas. No diremos que eran comparables a los actuales o a los de Europa; pero es que los de Europa no alcanzaban jamás sino en una mínima parte al consumo de Buenos Aires; y que la antigua costumbre, la baratura, y la abundancia, habían asegurado a esos vinos, a los de la Rioja y Catamarca, el consumo y el mercado exclusivo de todo el país. Las pasas de higo y de uva y los duraznos secos llamados orejones, eran artículos de tanto aprecio en el consumo diario de la familias como el pan o la carne. En Buenos Aires mismo, donde el comercio de los intercambios absorbía la actividad del trabajo, había valiosísimas industrias de platería, que en la escasez de vidrio y de la loza, surtían el menaje de las casas ricas. Un número considerable de talabarterías y fábricas de recados de cabalgar y de correajes, primorosamente recamados y dibujados, trabajaban día y noche. Era, pues, grande el movimiento industrial interno, y valía por lo bajo de 10 a 20 millones de pesos fuertes entre el ir y el venir de las mercaderías y de los precios. Si hubiéramos de hacer una nomenclatura completa de las manufacturas esencialmente industriales que producía el país para su propio consumo, tendríamos que llenar mucho papel; pero con lo apuntado basta para que se vea hasta dónde ignoran las cosas de aquel tiempo los que se figuran y escriben que no teníamos más industria que la de desollar toros y sacar cueros!
2. EL COMERCIO EXTERIOR. Antes ya vimos que la inseguridad de los mares plagados de piratas desalmados y sin freno, había obligado al Gobierno Español a concentrar y proteger el comercio hispanoamericano con dos grandes flotas de guerra despachadas dos veces al año por la CASA DE CONTRATACIÓN DE SEVILLA; y que para compensar este inmenso gasto, estaba ordenado que ningún buque suelto comerciase con las costas americanas perjudiciando ese Monopolio. Vimos también que apenas repoblado el puerto de Buenos Aires, fue indispensable atenuar y relajar esta prohibición absoluta, por medio de los buques de registro, y que la creación del Ministerio de las Colonias atrajo a manos del Rey la atribución de dar esos permisos. Más tarde, en 1778, el Rey confirmó el decreto del Virrey Cevallos que habilitaba a todos los puertos de España para comunicar con el de Buenos Aires. Pero como subsistió LA PROHIBICIÓN de comerciar con las naciones extranjeras, se le dio al CONSULADO COMERCIAL de Cádiz un privilegio que era también un monopolio y una pingüe renta levantada sobre el comercio americano y ruinosísima para el valor de nuestra exportación, a saber: la facultad de obligar a los buques españoles, cargados o por cargar, de venida y vuelta, a recibir el visto bueno de ese Consulado o de "sus Agentes", y el certificado de que no traían mercaderías extranjeras ni llevaban frutos para puertos de otro dominio que el español. Resultaba, pues, contra Buenos Aires que los frutos estaban monopolizados e intervenidos por quince o veinte comerciantes habilitados y corresponsales de las casas de Cádiz, que tenían en la ciudad un Agente de aquel Consulado con su respectiva oficina de INSPECCIÓN; y que en resumidas cuentas eran los únicos acopiadores y exportadores de cueros, lanas, pastas minerales, y demás artículos de exportación sin perjuicio de ser tenidos también y con razón, por contrabandistas (Lec. XXXII, número 4). Más adelante se verán las consecuencias importantísimas a que este hecho dio lugar.
3. INSTRUCCIÓN PRIMARIA. Aunque no se pueda elogiar lo que el régimen colonial hubiera ya hecho en favor de este ramo, habrá que decir que el Cabildo de Buenos Aires estipendió un maestro de escuela en 1601, pero que la enseñanza no quedó establecida con regularidad en las provincias del interior ni en Buenos Aires, sino después que los Franciscanos y los Dominicos fundaron las escuelas primarias de sus conventos, que fueron las que dieron a la burguesía la enseñanza primaria hasta 1773, en que por orden real se mandó que cada cabildo estableciese y costease una escuela central en su distrito. Que este servicio fuese o no deficiente, el hecho es que la alta y mediana burguesía que no debe calcularse en menos de quince mil varones adultos al principio de este siglo, sabía leer y escribir. Los de mejor situación en el medium comunal sabían traducir el francés; y algunos el inglés.
4. LAS LETRAS Y LAS CIENCIAS. Los estudios canónicos y eclesiásticos de la Universidad de Córdoba, fundada bajo la dirección de los Jesuítas en 1613 y los del Colegio Máximo de Monserrat, habían tenido algún influjo decisivo en el progreso literario del país, pues habían producido sabios de nota como Iturri, hijo de Santafé, Suárez, distinguido astrónomo, hijo de Santiago del Estero, Barrientos, Chorroarín, etc., etc. De más poderoso y popular influjo, ciertamente, habían sido los ESTUDIOS CLÁSICOS del Colegio de San Carlos, fundado por Vértiz y de la famosa UNIVERSIDAD LAICA Y JURÍDICA de Charcas. De estos podría decirse que fueron a manera de tallos de los que al tiempo de la primera invasión inglesa brotó en flor, de uno a otro extremo del virreinato, una generación de distinguidos y consumados humanistas, no diremos en el latín, que eso sería nada, sino en LA LATINIDAD , en su historia, en sus letras, en su crítica, sus agigantados modelos, su admirable estilo, y sobre todo en la poderosa enseñanza del espíritu político de la antigüedad. Mucho había contribuido a eso también la ESCUELA DEL TEATRO, que delante de una concurrencia siempre nutrida, exhibía con los prestigios de la escena los memorables sucesos de la historia y de la Leyenda clásica; y como las obras de la lengua nacional vivían bañadas en la luz de este vivo movimiento, Cervantes y los grandes historiadores de su tiempo como Hurtado de Mendoza y Melo, los publicistas como Feijóo, Campomanes y Jovellanos, los poetas como los dos Moratines y Meléndez Valdés andaban en manos de la juventud poniendo en ebullición su espíritu y sus aspiraciones. Consagrado estaba ya desde 1795 como poeta aureado don Juan Manuel de Labarden, el autor espiritual de las Sátiras Limeñas, de la tragedia "Siripo" y de la renombrada Oda al Paraná[1].
5. LAS LETRAS Y LA POLÍTICA. Esta juventud argentina que parecía predestinada a brillar en el campo de las Bellas Letras, por inclinación y por educación, cambió de repente su ideal y su destino. Llegaba apenas a la edad juvenil cuando tuvo que tomar las armas contra el formidable poder de la lnglaterra. De ese movimiento imprevisto sale la lucha política y la Revolución de la Independencia. Se necesitan hechos, esfuerzos, política poderosa, inspiraciones de gobierno, actividad; se piensa y se escribe para vencer y constituirse, no para hacer frases; y a medida que la revolución y los conflictos avanzan, cede el espíritu literario; desaparece la obra amena o instructiva sin que quede en los espíritus otro estilo que el estilo febril y la estrofa de combate. De ahí se siguió la esterilidad literaria en un tiempo en que el país estaba precisamente dirigido por hombres de letras clásicas tales como no ha vuelto a tener otros todavía[2].
6. HIGIENE Y MEDICINA. Desde el gobierno del señor Vértiz en 1778 se hizo de regla componer calles y formar veredas anualmente en la escasa medida de las rentas municipales. Acababa de descubrirse y de aplicarse en ese tiempo la profilaxis de la vacuna contra la viruela, ese horrible flagelo de la humanidad. El gobierno español mandó por toda la América comisiones de médicos expertos encargados de propagar la vacuna obligatoriamente. A Buenos Aires llegaron tres sumamente respetables, los doctores Juan Molina, Cosme Argerich y Antonio Fabre, que en 1801 fundaron el Protomedicato y una escuela de Anatomía y de Clínica puramente práctica y de simple aplicación poco más, si acaso, que empírica; pero que no por eso dejó de ser un señalado adelanto, que siguió produciendo efectos constantes hasta florecer en nuestra actual Escuela de Medicina, refundada en 1852 con algunos de los profesores del tiempo colonial.
7. LA IMPRENTA. Como medio de comunicación y de propaganda, no hubo más imprenta en Buenos Aires hasta 1812 que la que habilitó el señor Vértiz en 1779 dándole la propiedad a la Casa de Expósitos. Por sus tipos dieron a la estampa los señores Vieytes y Cerviño en 1802 su periódico titulado Semanario de agricultura, industria y comercio. Noble pero prematuro ensayo, qne no pudo tener influjo ni aclimatarse bajo las condiciones embrionarias e inquietas de aquel tiempo. De 1812 adelante se introdujeron dos pequeñas imprentas malísimamente servidas por la falta de operarios. Como era natural, su ocupación se reducía a imprimir papeles de partido y de lucha. Pero el adelanto de las ideas y de los conocimientos había comenzado en 1778 y se sostuvo sin contratiempos hasta después, con la introducción de los excelentes libros españoles de ese tiempo, y de otras obras francesas, leídas ya en su idioma original, ya traducidas, que corrían sin estorbo ni la menor pesquisa policial o eclesiástica.
8. ESTRUCTURA MORAL DE LA POBLACIÓN. Tratándose de la población de un país cualquiera, lo importante para juzgar de su estado moral no es examinar qué razas han contribuído a poblarlo, sino saber si todas ellas están ya asimiladas a un tipo predominante y a una sola lengua. En Buenos Aires y en las demás provincias, con sólo dos pequeñas excepciones, que bien examinadas no tienen valor, toda la población era unánimemente española por la LENGUA , por la religión y por el espíritu moral que la animaba. No había, pues, elemento ninguno que constituyera raza o tipo etnológico variante. Nadie hablaba en público o privado más idioma que el castellano oficial; y eso mismo con más uniformidad todavía que en España. Ni en las clases elevadas, ni entre la plebe, se conocía siquiera otro idioma; y si en Santiago del Estero se empleaba el Quichua, y en Corrientes el Guaraní, era sólo como un bajo dialecto de uso popular, sin perjuicio de que los mismos que lo habitaban -burguesía y plebe- usaron por única lengua propia, pública y social, el idioma castellano[3].
9. ELEMENTOS PRIMITIVOS DE LA POBLACIÓN VIRREINAL DEL RIO DE LA PLATA. Sería muy difícil decir hoy en qué grado ha contribuido a nuestra población tal o cual provincia de España. Lo probable es que nuestros principales pobladores hayan salido de los puertos de Andalucía y de Galicia, por haberse armado en ellos, y partido de allí la mayor parte de las expediciones y emigraciones que tomaron el camino del Río de la Plata. De manera que si se quisiera ir al análisis químico de nuestra sangre, en pocos globulillos de ella cantarían en godo, en árabe y en judío. Pero si profundizásemos algo más encontraríamos, también mucho de vizcaíno, de cántabro y de provenzal; es decir, un conjunto asimilado y totalmente español[4].
10. ACCESORIOS POR CONQUISTA Y POR ACCIDENTES HISTÓRICOS. En las provincias montañosas del oeste la conquista se apropió y se asimiló las poblaciones indígenas y agrícolas que encontró establecidas en el terreno; que si no eran de raza quichua pura, eran, al menos, ramificaciones emparentadas con esa raza, según se ve por las dialectos que hablaban y por la sujeción en que vivían bajo la administración imperial de los monarcas Incas del Cuzco. Sobre esta base, se formó en la sociedad provincial un elemento superior de origen puro europeo, cuyos descendientes y apellidos predominaban todavía en Córdoba y en las demás provincias del oeste al norte, sobre la muchedumbre popular más o menos mezclada, pero no ya de raza distintiva, porque muy pronto se REFUNDIÓ COMPLETAMENTE EN EL TIPO COMÚN ARGENTINO, por la lengua, por los hábitos, por la religión y por la asimilación a la vida colonial y a la Revolución en todas sus respectivas condiciones.
11. EN BUENOS AIRES Y EN SANTAFÉ. En estas dos provincias sucedió exactamente lo mismo, con la sola diferencia de que las accesiones inferiores pertenecían en una parte a la inmigración española de baja condición, y en otra parte a las contribuciones de raza guaranítica, cuyas tribus se sometieron en el terreno, o vinieron del Paraguay y Corrientes en diversas épocas como auxiliares militares. Pero al poco tiempo esta raza originaria sacada de su seno, desapareció absorvida en la mezcla, por la pérdida de su lengua y por su asimilación social y religiosa dentro del tipo nacional.
12. Esto es lo que nosotros debemos tener presente para comprender y caracterizar el estado de unificación a que habíamos llegado cuando vinieron las invasiones inglesas; y ese precisamente fue el error de los ingleses. Ellos vinieron creyendo que vivíamos en antagonismo de razas, y se engañaron, porque no encontraron más tipo social que el tipo español, cuyas divergencias locales no podían serles favorables en ningún caso de lucha con ellos. Entre las cuotas suplementarias de la población se contaban también los individuos a quieres el Diccionario Castellano llama polizones, gentes que se embarcaban clandestinamente para América, es decir, sin pasaporte; porque polizón no quiere decir otra cosa en nuestra lengua que cosa oculta o cubierta. De éstos venían muchísimos en los últimos tiempos del virreinato: huían del estado lamentable en que se hallaba España, y buscaban la vida tranquila, barata y provechosa de que se gozaba en Buenos Aires. Si en el diccionario artiguista se le llamaba por eso a la capital desembarcadero de polizones, nada más quería decir que desembarcadero de inmigrantes que huían del mal estado de su país; lo que por fortuna sigue sucediendo todavía.
13. LOS NEGROS. Los de raza pura eran una diminuta minoría en la provincia de Buenos Aires y en las demás provincias del virreinato. Los que dominaban entre la gente de color eran los de mezcla más o menos visible con blanco, que llamaban mulatos, pero que por toda su constitución moral, estaban asimilados al tipo argentino-nacional, sin el menor elemento de divergencia o antagonismo. Por lo demás, eran también muy pocos para diseñarse como elemento propio; así es que vivían incluidos y absorbidos en las familias del vecindario[5].
14. LA PROPIEDAD TERRITORIAL. Tenía distintas formas, según las diversas regiones del virreinato. El rey, lo mismo que ahora el gobierno, era propietario de toda la tierra que no estaba poseída y utilizada por los particulares. Fin la parte montañosa de Córdoba y de las provincias andinas la propiedad particular se regularizó más pronto por las concesiones del primer tiempo, y por las necesidades de la labranza dada la estructura de los valles, aún para alimentar los ganados y sus crías. De modo que por allá había poca extensión territorial que no estuviese adjudicada, y muchas partes de ella eran pingües mayorazgos. En Buenos Aires es preciso distinguir entre la propiedad ribereña de los ríos Paraná o Uruguay, y la propiedad de las Pampas. Desde muy al principio tomaron valor y solidez las tierras situadas en la margen, derecha del Paraná, y en la izquierda del Uruguay, ocupadas y adquiridas, a diverso título, por los vecinos ricos de la capital. Sobre las costas del sur no fue tan rápido el movimiento; y puede decirse que comenzó recién a acentuarse, aunque lentamente, en el período del señor Vértiz. Así fue que la mayor parte de la propiedad en esa parte, se inició por la nuda posesión, sin límites definidos, y sólo después se ha ido convirtiendo en propiedad por informaciones de antiguo, por denuncias de baldío, concesiones enfitéuticas o compras al Fisco.
15. PROGRESO SOCIAL. La venida de las comisiones científicas a quienes el gobierno español encargó la demarcación de los límites con el Brasil, dio mucho incremento al espíritu progresivo del municipio. Bien se comprende que el Colegio de San Carlos, la Universidad de Chuquisaca y la de Córdoba, habían preparado el terreno para que la semilla de esos sabios fructificase. A eso se debió que don Pedro Cerviño encontrase colaboradores y aceptación para establecer una Escuela de Náutica en 1796. Ya hemos hablado de su tentativa para imprimir el Semanario de Agricultura y Comercio con don Hipólito Vieytes, Araujo, Altolaguirre, Rodríguez Peña y otros jóvenes. Azara cultivó los estudios de nuestra Historia Natural y escribió una obra preciosa sobre la materia, con datos de importancia sobre la época colonial. De tiempo atrás había fundado también una Escuela de matemáticas el señor Sourrière de Souillac. Don José Cabrer dejó valiosos trabajos de geodesia; don Andrés Oyarvide, ingeniero hidráulico, realizó útiles investigaciones y balizamientos en el puerto. El piloto Zizur, el coronel de ingenieros militares don Diego de Alvear y otros que se quedaron en el país, se dedicaron con placer a la propagación de sus conocimientos, escribiendo. y dando ejemplo con su vida laboriosa. Entre todos ellos, como hemos dicho, merece una honrosísima mención la exploración del Río Negro llevada a cabo por Villarino. Las poesías de Labarden, principalmente su Oda al Paraná y sus sátiras, tan llenas de clásico gracejo, animaron a muchos otros que se hicieron conocer después de las invasiones inglesas, y de los sucesos guerreros de la revolución de 1810. Medrano, Trillo, Azcuénaga gozaban de cierta boga como cancioneros livianos y mordaces. Y para dar fin a este resumen, diremos que entre los hombres notables de ese tiempo se hicieron merecedores del respeto general, los dos filántropos y bibliófilos don Saturnino de Segurola y don José Joaquín de Araujo.
DEL LIBRO “MANUAL DE HISTORIA ARGENTINA” DE VICENTE FIDEL LÓPEZ
LECTURAS RECOMENDADAS:
Pigna, Felipe: “Los mitos de la historia argentina” tomo 1, capítulos: “Santa María de los Buenos Hambres”; “El Día de la Industria (2 de setiembre de 1587)”; “Las primeras décadas infames: fraude, corrupción y negociados en la Argentina colonial”; “Civilización y barbarie; la rebelión de Túpac Amaru”
O´Donnel, Pacho: “El rey blanco”
LECTURA OBLIGATORIA (Extractos del libro "El rey blanco" de Pacho O´Donnell)
FUNDACIONES
Y LITIGIOS
La región entre Lima y el
Río de la Plata
había comenzado a llamarse “Tucumán”, en homenaje a un cacique llamado Tucma.
Hacia el oeste llegaba hasta los Andes.
En realidad llamábase así a
todo lo desconocido que estaba más allá del Potosí, mirando desde Lima.
En 1550 Nuñez Del Prado
funda la ciudad “del Barco”, llamada así por Barco de Avila, la ciudad natal
del virrey del Perú, La Gasca.
Pedro de Valdivia,
gobernador de Chile, protesta sosteniendo que dichas tierras pertenecen a su
jurisdicción. Los de Lima aceptan su cuestionamiento y trasladan el asiento a
orillas del río Estero. Allí es rebautizado: “Ciudad del Barco en el Nuevo
Maestrazgo de Santiago del Estero”, largo nombre del que solo quedarán las tres
palabras finales. Será nuestra “madre de ciudades” por ser la primera que
sobreviviría hasta nuestros días.
Al sur del Tucumán se
extendía el Cuyo, entre la cordillera de los Andes y las montañas llamadas
“sierras de Chile”, hoy de Córdoba.
Hurtado de Mendoza,
gobernador de Chile, comisiona en 1560 al capitán Pedro del Castillo a fundar
ciudades y a poblar tal región. El 2 de marzo se funda “Mendoza”, llamada así
en homenaje a su superior, y reparte en encomiendas a los mansos “huarpes”.
Al año siguiente, Juan
Jufré, enemigo del ya derrocado Mendoza, traslada el caserío y también muda su
nombre: “de la
Resurrección ”, por la festividad del día.
Ese mismo año, el 13 de
junio, erigirá “San Juan de la
Frontera ”, por lindar con el “Tucumán”.
Estas fundaciones son obra
de chilenos. Pero los habitantes del Tucumán prefieren depender del Perú, entre
otros motivos para no estar incomunicados por las inmensas moles andinas.
Este conflicto entre
conquistadores favorece la insurrección indígena: los “diaguitas” destruyen
varias ciudades, entre ellas “Londres”, curioso nombre debido a que Felipe II
de España acababa de casarse con María Túdor de Inglaterra y el capitán Juan
Pérez de Zurita, su fundador en 1558, rindió así homenaje a aquella boda que
sellara la paz entre ambas potencias (102, 140).
INDIOS DE POCO BRÍO
Los “huarpes” recibieron a
Pedro del Castillo y sus soldados con generosa hospitalidad.
“García
Hurtado de Mendoza (...) le despachó con alguna gente enviándolo a otra parte
de la cordillera, donde quería que la ciudad se fabricase (...) Y llegando a la
provincia de los Guarpes fue recibido del cacique Ocoyunta y otro llamado Allme
con algunos que ocurrieron de aquellos Valles, cuyos nombres eran Guaymare,
Anato, Tabaleste i otros obedecidos de todos los indios del contorno. Todos
estos son indios de pocos bríos, y consiguientemente mui quitados de cosas de
guerra, y así recibieron a los españoles sin resistencia permitiéndoles no
solamente hacer asiento y edificar pueblos a su gusto, sino también se dejaron
subjetar dellos, así en el servicio personal, como en los tributos, que desde
luego les impusieron”. (Pedro Mariño de Lovera).
El despotismo hispánico en Cuyo no ahorró
crueldades ni arbitrariedades. Muchos “huarpes” fueron vendidos como esclavos a
Chile, a buen precio por su mansedumbre y fortaleza.
Pero tanta iniquidad hizo que en estos seres
“mui quitados de cosas de guerra” fuera creciéndoles la rabia y el amor propio.
A partir de 1632 los “huarpes” se tornan
belicosos y en combinación con los “calchaquíes” del norte atacan varias
poblaciones españolas.
Un siglo después de la fundación de Mendoza, en
1661, ahora en unión con los “puelches”, “pehuenches” y “mapuches”, concretan
un gran levantamiento que se repite seis años después destruyendo los
asentamientos de los valles de Uco, Corocorto y otros, amenazando también la
ciudad de Mendoza que tuvo que fortificarse para repeler la agresión con
elevado costo en vidas y en desolación.
En 1712, un nuevo alzamiento de los “huarpes”
en combinación con los “pehuenches”, lleva la consternación a españoles y
criollos que vieron la ciudad de San Luis entregada al incendio y al saqueo,
tomada por sorpresa por indios ávidos de venganza.
El poco brío se había transformado en
ferocidad.ACTIVIDAD:
Luego de la lectura obligatoria, explicar cómo fue la resistencia Huarpre frente a la Conquista española. NO OLVIDARSE DE DAR EL PRESENTE!
[1] En 1807 se ocupaba este literato de trabajar un poema sobre la victoriosa Defensa de Buenos Aires, cuando su amigo don lldefonso Passo le llevó algunas de las páginas del que con el título de Triunfo Argentino escribía al mismo tiempo el joven López y Planes. Labarden llamó al joven poeta, delante de él inutilizó su propia obra, y llenó de elogios la de López y Planes, indicándole sólo que retirase el trozo de Virgilio con que lo encabezaba porque le parecía impropio, y lo reemplazase con el que él había tomado. La cosa pasaba, como se ve, entre humanistas de la misma estirpe.
[2] Moreno (don Mariano), su hermano don Manuel, García (José Manuel), Anchorena (don Tomás Manuel), Monteagudo, Guido, Vicente López y Planes, Trillo, Gorriti, Molina, Castro Funes, Azcuénaga (Domingo), Rodríguez (fray Cayetano), Rojas (Juan Manuel), Luca, eran hombres tan preparados, que de haber nacido en una época regularizada, habrían dejado un rastro de luz en su pasaje por las letras argentinas. Don Vicente López y Planes, uno de los mejor dotados para esa tarea, al llegar a la madurez de su talento, sentía cansada su fantasía y tarda su mano para volver de la revolución a las primeras perspectivas de su espíritu. Sus obras nacen todas con la guerra y son armas de guerra. La defensa da Buenos Aires le inspira el canto épico El Triunfo Argentino, escrito sobre las cureñas de los cañones de la Batería "Abascal" que guarnecía como Capitán de Patricios; y sus demás cantares, pertenecen todos al mismo numen de la Patria en armas.
[3] Para comprender la diferencia que hay entre Raza y Población Nacional puede estudiarse el ejemplo de la Irlanda , el de la Polonia y la Rusia , donde las razas sometidas conservan su nidividualismo, su lengua, sus creencias, sin estar aún asimiladas al tipo nacional predominante. En España y en Francia sucede todo lo contrario y en analogía con lo nuestro. Allí hay gentes que conservan aún sus dialectos de tipo antiguo, pero, con excepción de los vascos, no son ya razas, porque están similadas política y socialmente, y porque la mezcla ha destruido ya el carácter etnológico de los orígenes. En el Perú sucede lo que en Inglaterra: la Sierra es toda Quichua y Aimará, hoy como el primer día de la conquista, porque allí las masas conservan su lengua, su tradición, su tipo; están sometidas pero no asimiladas, sino con rarísimas excepciones, mientras que esas mismas razas en la campaña de Córdoba y en las provincias andinas de nuestro país, están refundidas en la sociabilidad argentina, y no son incrustaciones sino partes integrantes y asimiladas al conjunto y a la lengua nacional, con excepción de uno u otro lugarejo, rayano de la altiplanicie boliviana. De manera, que cualesquiera que hayan sido los elementos contribuyentes el resumen de nuestra población, dentro de ella no había ya razas peculiares al romper la revolución, sino una asimilación general de todas las partes que antes las compusieron y que la siguen componiendo con las contribuciones que nos trae la inmigración europea. En cuanto al mulato, no era ni se lo puede tener por raza: es un producto compuesto que nacía y que se absorbía en la unificación de la nacionalidad dominante; no era un hecho etnológico, sino un producto homogéneo.
[4] Y de ahí los apodos de godos, sarracenos y marranos, con que los criollos injuriaban a los españoles en los tiempos de la guerra de la Independencia.
[5] Bien contados, en 1810, habría en Buenos Aires seis mil negros africanos y cinco mil criollos de tez más o menos obscura, llamados pardos, morenos o chinos, en el lenguaje culto y oficial. En Córdoba habría más o menos el mismo número, pero en las demás provincias los negros habían tenido muy poca cabida, por la abundancia de la servidumbre indígena. Los negros africanos se aumentaron mucho en Buenos Aires en 1826 a 1829 por la guerra con el Brasil, a causa de las presas de buques negreros que hacían nuestros corsarios, y que entregaban en patronato a los propietarios del país, o abandonaban como simples inmigrantes, cuando no podían hacer otra cosa. Aun asimismo, no formaron un número tan excesivo como generalmente se ha creído; pues en la famosa saturnal del 25 de Mayo de 1836, en que Rosas convocó todos sus tambos, sin quedar uno y les entregó la Plaza de la Victoria , para que celebraran allí sus bailes y cánticos salvajes, con tamboriles, platillos y gritería, la asquerosa multitud no pasó de seis mil individuos a lo más, entre hombres, mujeres, mulatos y chinos llamados a tomar parte en esa manifestación con que el tirano se propuso humillar a la burguesía y mostrarle todas las fieras que podía desencadenar contra ella.